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Si NO te Gusta la Respuesta, Cambiá la Pregunta
El arte de elevar conversaciones superficiales.
Tiempo de Lectura: 10 minutos
Nunca me gustaron las conversaciones triviales.
Hablar del clima, del gobierno, o del veredicto final de Master Chef nunca fue lo mío.
Pero hubo una época en la que me vi obligado a hacerlo. Me había mudado a un piso 12 y el ascensor se había convertido en mi medio de transporte más usado. Escaparse de las conversaciones ligeras había dejado de ser una opción.
Y no voy a mentirte: al principio fue duro. 😑
Tuve que acostumbrarme a interactuar superficialmente con los vecinos del edificio. Frases como “¡Qué calor, no?”, o “¡Qué frío, no?” comenzaron a formar parte de mis conversaciones cotidianas. Me había convertido en un maestro de la charla meteorológica*.

“Qué sensación térmica, no?”
Hoy no vivo en un edificio y tampoco uso a diario un ascensor.
Aún así me encuentro con conversaciones triviales en todos lados: verdulerías, librerías y supermercados. Y quizás te parezca que tales interacciones son inofensivas, pero yo creo que, si no las abordamos conscientemente, pueden tener un lado oscuro.
Especialmente cuando vienen de señoras con caniche. 🐩
El lado oscuro de la superficialidad

Una cosa es hablar del clima, y otra muy distinta es quejarse (del clima, de lo que sea).
Cuando alguien comienza a dar su opinión sobre la vida, sin siquiera preguntar la tuya, la cosa se torna delicada. Cuando escuchas y aceptas pasivamente la opinión de esa persona como verdad, te sumergís en su visión del mundo. En su perspectiva única de la realidad.
Es como comprar una entrada a su película. 🎫
Y seamos honestos, la película de una persona que aprovecha los encuentros casuales para quejarse, no puede ser muy divertida. O bueno, quizás sea divertida, pero no creo que busque aportar valor alguno a tu vida. Más bien todo lo contrario.
¿Y entonces, Nacho?! ¿Tengo que quedarme por siempre en mi casa y pedir verdura por delivery? ¿Tengo que hacerme pasar por extranjera y fingir que no hablo español? ¿Tengo que cruzarme de vereda si veo una señora con caniche?
Quizás lo de la vereda no es mala idea, pero en general la respuesta es no, no hace falta.
Hay otra alternativa, y es lo que quiero compartirte a continuación.
Siempre la misma historia

Un día leí algo que me hizo replantear las interacciones en general.
“Toda persona, en algún punto, sabe más que vos de algo — y de ese algo podés aprender.”
Esta simple idea me hizo ver que se podían usar esas interacciones como oportunidades de aprendizaje. Así que me propuse experimentar con conversaciones de verdulerías, supermercados y ascensores. Algunas salieron bien, otras no tanto.
Pero en el camino descubrí algo fundamental.
Somos humanos, y tenemos a enfocarnos en lo negativo.
Los temas de conversación que más facilmente enganchan al interlocutor son siempre los mismos: quejas, tragedias, crisis, chismes o traiciones. Las malas noticias se propagan como un virus, mientras que las buenas noticias suelen ser silenciosas y pocas veces se convierten en tema de conversación.

“¿Alguien dijo *Malas Noticias*?”
Basta con imaginarte el siguiente escenario:
Vas caminando por la calle y te encontrás con un conocido. Se saludan, y en voz baja te pregunta…
“¿Te enteraste lo que pasó…?”.
Hay altas chances de que sea un chisme o una “mala noticia”. Y también hay altas chances de que te de mucha curiosidad escucharla.
No podemos ir en contra de eso, está en nuestra naturaleza.
El problema es que solemos usar esa tendencia para reforzar nuestros propios puntos de vista. ¿Pero qué tal su pudiéramos aprovechar cada charla como una oportunidad para expandir nuestra realidad?
“Si no te gusta lo que dicen, cambia la conversación.” - Don Draper [Mad Men]
El Poder de la (genuina) Curiosidad

Las conversaciones se vuelven interesantes cuando alguien hace buenas preguntas.
Y la mejor manera de hacer buenas preguntas, es primero preguntarte a vos mismo/a:
“¿Qué de todo lo que esta persona me está contando
me interesa genuinamente?”
En mi caso, al hacerme esta pregunta, inmediatamente surgen dos o tres nuevas preguntas que genuinamente quiero hacerle a esa persona. Y como estoy usando mi propia curiosidad para formularlas, es probable que nadie le haya hecho esas preguntas antes.
Y ahí es donde la magia ocurre.
Una buena pregunta es un regalo, tanto para la persona como para la interacción. Cuando alguien recibe una pregunta interesante, es más probable que dé una respuesta interesante. Las buenas preguntas pueden llevar la conversación a terrenos inexplorados, donde muchas veces puede encontrarse algo de verdadero valor.
Te voy a dar un ejemplo:
Hace unos meses me encontraba en el almacén de mi barrio.
No tenía muchas ganas de interactuar con nadie, así que me había puesto los auriculares con música del bien. De repente una señora (adivinaste, con caniche en brazo 🐩) comenzó a hablarme. Como había activado el noise cancelling no escuchaba nada, así que me saqué los auriculares para preguntarle qué necesitaba.
Inmediatamente la escucho quejarse del precio de la harina.
Mi primer impulso fue volver a ponerme los auriculares haciendo caso omiso a su queja, pero luego recordé la idea de que quizás “esta señora y su caniche tienen algo para enseñarme".
Entonces me pregunté: "¿Qué me genera genuina curiosidad de esta señora?"
La respuesta fue: ¿qué hará con tanta harina?
Así que, en lugar de enfocarme en la queja del precio, le pregunté:
— ¿Y usted para qué usa tanta harina, señora?
— ¡Para hacer ravioles, mijito!
— Ah… ¿Hace usted sus propios ravioles?
— Mijito… yo hago los mejores ravioles del lugar. No lo digo yo, lo dicen mis amigas, mis hijos y mis nietos.
— Ok, ok… digamos que usted es famosa haciendo ravioles.
— Muy famosa, sí.
— Y si tuviera que decirme su secreto, ¿cuál sería?
— El agua.
— ¿El agua? -pregunté genuinamente sorprendido
— Sí, pero no podés decírselo a nadie. Yo le hablo al agua.
— ¿Le habla al agua? -volví a preguntar aún más sorprendido
— Así es. El agua escucha, el agua entiende… el agua es sabia, mijito.
— Claro que sí.. ¿Y qué cosas le dice?
— Le digo cosas lindas. Le digo que es muy buena y que es muy noble. Le pido que sea amable con la harina, amorosa con la masa.
— Amorosa con la masa -repetí
— Así es, y siempre cumple. El agua es muy inteligente y muy sabia, mijito.
— Wow.
— Pero no podés decírselo a nadie, mijito, es un secreto.
— Le prometo señora, jamás revelaré su secreto!
Y nunca escribiré un newsletter sobre el tema.
— Un nuissqué…?

Un nuissqué…?
¿Ves cómo, en lugar de enroscarme con lo del precio de la harina, terminé descubriendo la nobleza del agua y cómo la palabra modifica su estructura?
Bueno, en realidad eso último lo descubrí en un documental.
A lo que voy es que las conversaciones pueden tomar un vuelo diferente, solo con aplicar el poder de la genuina curiosidad.
Así es que te invito esta semana a que recuerdes esa autopregunta y te la hagas en tu próxima interacción.
¿Qué, de todo lo que está contando esta persona, me genera genuina curiosidad?
Te aseguro que tus conversaciones van a tomar otro vuelo.
(y la otra persona no olvidará esa interacción).
Te dejo un abrazo
Nacho
Una pregunta para vos
¿Cuál sería la respuesta más absurda para contestar cuando alguien te lanza el clásico "Qué calor que hace, no??" —tan de moda estas semanas 🥵🌞
PD1: Es oficial, este Newsletter vuelve en su formato semanal, aunque con algunos cambios que irán tomando forma poco a poco.
PD2: Si este newsletter te resonó, compartilo con alguien que podría encontrarle valor como vos.
Y si llegó a vos por un reenvío, suscribite acá y sumate a esta comunidad.
PD3: El grandísimo David Lynch nos dejó esta semana. Una de las últimas maravillas fue interpretar a John Ford aconsejando a un joven Steven Spielberg. Brillante y magistral consejo sobre horizontes (las y los fotógrafos entenderán)
PD4: En serio, está todo bien con las señoras con caniche. 🐩
Incluso con esta, que por alguna misteriosa razón, era anti-fan de mi perro (not caniche) Zorrito
(aunque Zorrito sí de ella)
👇
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